La palabra “Radiestesia” tiene su origen etimológico en el latín y el griego, significando “sensibilidad a las radiaciones” según su raíz idiomática.

Todos poseemos la capacidad para sentir las radiaciones incluso los animales, basta recordar algunos ejemplos: en 1835 inmensas bandadas de aves marinas pasaron chillando por la ciudad de Concepción en Chile como previniendo el terremoto que estuvo a punto de destruirla y mucho más reciente en 1999 en Taiwan los peces domésticos se enloquecían golpeándose contra los vidrios de las peceras, horas antes del gran terremoto y como estos, cientos de ejemplos nos muestran que los seres sensibles tenemos la capacidad innata de detectar las energías cambiantes del entorno.

Nuestro cuerpo es el instrumento a través del cual damos nuestra nota en la sinfonía de la vida, por lo tanto, es necesario mantenerlo armonizado, afinado ya que si no estamos en armonía con el universo ¿cómo podremos oír o percibir sus vibraciones?